VEINTE CONSEJOS

que seguro que te sirven...

Los consejos que aparecen a continuación han sido recopilados de entre profesores mejor valorados por nuestros alumnos en cada uno de los ítems de la encuesta de evaluación del profesorado. Son simples consejos surgidos de la experiencia de compañeros en aulas de un colegio salesiano como el tuyo.

1. HAZTE RESPETAR SIN RECURRIR A LA AMENAZA O EL CASTIGO

Ser “firme pero tierno”, consigna que se refleja profundamente en el sistema preventivo de Don Bosco. Intentar no alzar la voz ni siquiera para explicar. Si tienes un mal día y llegas más alterado de la cuenta a clase, no cuesta nada reconocerlo y explicarlo. Y si aun así acabas perdiendo el control y enfadándote o gritando, busca el momento lo antes posible para disculparte. En todo momento ser consciente de que el desarrollo de la clase es responsabilidad del profesor y de su profesionalidad. El respeto hay que ganárselo en la interacción diaria, no nos viene dado por nuestros conocimientos “superiores” o por nuestro “título” de profesor.

Nunca penalizar sin haber explicado antes las consecuencias de tal acción. Y siempre dar, mínimo, tres avisos.  El primero no tiene consecuencias y los siguientes aumentan progresivamente la gravedad de la sanción (un negativo, permanencia en el aula, sin tiempo de patio, etc…). Muy importante cumplir siempre lo dicho aunque haya que paralizar la clase o perder tiempo de explicación. Pasará solamente al principio, a medida que avanza el curso apenas das avisos y muy pocas veces es necesario llegar al tercero. Intentar no insultar, ridiculizar o etiquetar en público.

Si debes corregir alguna actitud, simplemente decir “primer aviso” y el alumno que conoce el código reacciona y se autocorrige.  Si  no lo ve justo y se rebela contra el aviso hablar con él en privado (al final de la clase si está tranquilo o inmediatamente, fuera del aula, si se ha alterado). Cuando corriges a algún alumno tanto en público como en privado intentar cuidar mucho el lenguaje no verbal (sonrisa, mirada amable, tono de voz pausado y apacible,…) para reducir en lo posible la tensión del momento (“firme pero tierno”). Es importante saber decir NO con seguridad y firmeza pero con mucho cariño.

2. RESPETA AL ALUMNADO CON EL VOCABULARIO Y CON LOS HECHOS

Comunicarte con palabras y actitudes de forma respetuosa requiere de un lenguaje que no ofenda, que integre a las personas del grupo (incluido tú)  y que traslade tu mensaje con cortesía (ya sea de refuerzo o de mejora). Cuando una persona se siente ofendida, levanta unos muros difíciles de derribar. Si ofendes es más complicado que te escuchen: nunca das una lección a un alumno faltándole al respeto porque “le dices la verdad de cómo es”, etiquetándole o haciéndolo un gesto de desprecio. Con el lenguaje ayudamos a construir la dignidad, con los mensajes les ayudamos a forjar una idea sobre ellos mismos. Ante un enfado o una corrección, mejor en otro momento y evitar la exposición en público (pero luego no te olvides de hacerlo). Vale más un silencio combinado de paciencia que un grito o palabra de descalificación.

3. SÉ CONSECUENTE CON LO QUE DICES: PREDICA CON EL EJEMPLO

Supongo que esto tiene que ver con una cuestión personal, pero básicamente estamos hablando de coherencia. Hacer lo que se dice y se piensa y, con sinceridad, humildad y honestidad, tratar de vivir en tu vida aquellos valores que transmites en el aula. No para que te vean, sino con el firme convencimiento de que son los principios por los que riges tus propias decisiones, sabiendo que a veces nos equivocamos y tenemos que pedir perdón.

4. PROCURA QUE LOS EXÁMENES SE AJUSTEN A LOS CONTENIDOS TRABAJADOS DURANTE LA EVALUACIÓN

Una buena idea es, a principio de cada tema, entregar una hojita con todo lo que vamos a trabajar: preguntas cortas y de desarrollo que tienen que estudiar, vocabulario, actividades, etc. Antes del examen, hacer pequeñas pruebas para obligarles a ir llevándolo al día y que lleguen más preparados a la prueba final. Durante la evaluación insistir varias veces en el modelo de examen que se va a poner, modo de afrontarlo, así como posibles dificultades, errores y problemas que puedan surgir. Pese a las preguntas específicas de cada tema, curso y etapa, el modelo de examen siempre es similar.

5. DOMINA LOS CONTENIDOS DE TU ASIGNATURA

Leer libros, páginas de Internet, prensa..., relacionados con el temario y en general con la  asignatura, fundamentalmente en verano y el resto de vacaciones ya que durante el curso es más complicado. Resumir la información anterior en apuntes y actualizarlos periódicamente. En resumen, manejar siempre unos apuntes personalizados y al día. Siempre hay algo que mejorar.

6. EXPLICA CON CLARIDAD LOS CONCEPTOS DE CADA TEMA

Aplicar, sobre todo, el valor de la empatía. Cuando estás explicando algo hay que “calzarse en sus zapatos” e intentar ser consciente del ambiente que se genera en cada momento. Su lenguaje no verbal indica por dónde vamos: si lo están entendiendo, si se han perdido, si estás explicando muy rápido o demasiado lento… También es bueno utilizar pequeños trucos mnemotécnicos (rimas, canciones, juegos de palabras,…), especialmente si lo que estás explicando es difícil o pesado. Ya se sabe “con un poco de azúcar…”. No se trata tanto de qué se hace sino de cómo se hace. Ellos nos devuelven lo que les damos.

7. ATIENDE Y AYUDA A TODOS LOS ALUMNOS POR IGUAL

Conocer sus nombres y acercarse a todos ellos por igual hace que ellos nos sientan cerca y accesibles. La interacción en las clases y en los momentos de convivencia (patios, ensayos, convivencias, pasillos...) hacen el resto, facilitando la cercanía. Cada uno de los chavales que Don Bosco acogía en sus casas creía que era el preferido de él. Eso se consigue no haciendo distinciones, atendiendo y respetando a todos por igual. 

8. ANIMA A LOS ALUMNOS A TRABAJAR Y A SUPERARSE

Encontrarse con los alumnos cada día en clase con una “mirada renovada”. Lo que piensas sobre lo que pueden o no pueden hacer, lo proyectas en tus palabras de ánimo, en la dinámica de clase, en el seguimiento diario. Aprender a conocerles cómo funcionan a nivel personal y en su aprendizaje, así se pueden dar claves de ánimo significativas: “yo sé que te resulta difícil llevar las tareas día a día, mi responsabilidad es informar a casa con una nota que voy a poner. Si quieres podemos ver qué es lo que más te cuesta, ver cuándo puedes hacerlo en tus huecos del día e intentar mejorar esta semana”. Si se marcan pequeños objetivos constantes se consigue avanzar, puede que llegue al objetivo grande o no, pero el hecho de avanzar ya es algo bueno que podemos enriquecer. Si se marca una consecuencia por no haber realizado una tarea, debe ser asequible y se tiene que cumplir. Si la percepción es que “si a mi profesor le da igual que lo haga o no” se elegirá la mayoría de veces, no hacerlo.

9. CONOCE Y LLAMA A LOS ALUMNOS POR SU NOMBRE

Todos los años intento hacer algunas sesiones de estudio de nombres con las orlas delante. Luego cuando tengo guardias práctico mentalmente con la lista ante ellos... A ellos luego les encanta que les diga el nombre en ese mismo momento de atrás hacia adelante, de derecha a izquierda, de delante hacia atrás...

10. SÉ PUNTUAL A LA ENTRADA Y A LA SALIDA DE CLASE

Ser puntual en la vida diaria y serlo también en las clases para sacar el máximo rendimiento a los 45-55 minutos e intentar no quitar tiempo a la clase siguiente. La puntualidad es un hábito que se puede autoeducar. Se trata de dejar de hacer aquello que estás haciendo cinco minutos antes de que empiece tu clase y así llegar a tiempo. No apurar demasiado es una buena manera de llegar a tiempo.  

11. MANIFIESTA BUEN CARÁCTER: SÉ AMABLE Y EDUCADO

Siempre decir buenos días/tardes e intentar sonreír al entrar en clase aunque vengamos enfadados de la anterior. Tratar y atender a los alumnos como quisiéramos que tratasen sus profesores a nuestros hijos: con cariño, paciencia y atención. Intentar hablar con todos los alumnos que podamos (y nos lo permitan) de algo que no sean las clases al menos una vez en el curso, desde luego sin ser entrometida o cotilla. 

12. SÉ ACCESIBLE A LAS OPINIONES DEL ALUMNADO: NO IMPONGAS SIEMPRE TU RAZÓN

Hacerles sentir que les respetamos: son personas capaces de pensar y razonar por ellos mismos (aunque les ayudemos en esta tarea). Escucharles y transmitirles que nos importa lo que dicen y que lo tenemos en cuenta. No tener ningún inconveniente en negociar con ellos lo que es negociable (siempre dejando claros los límites). No es una pérdida de tiempo debatir con ellos, argumentar o discutir, desde el respeto, cualquier problema que surja en clase. Y la clave de todo: hacerte querer es hacerte respetar, en la mayoría de los casos. Y esto puede que sea algo innato, pero nos podemos esforzar en conseguirlo.

13. MANTÉN BUENAS RELACIONES CON EL ALUMNADO

Puede ser una cuestión de carácter, pero creo que está en consonancia con lo que Don Bosco pedía de sus educadores: gustad lo que a ellos les gusta, porque será la manera de que ellos acepten lo que tú les exiges. Transmitirles que estás a gusto entre ellos y que estás por ellos. Lo difícil es no traspasar la delgada línea que separa el rol de educador del “colegueo”. Se trata de transmitirles la confianza de la amistad y la familiaridad, sin ser sus amigos ni sus familiares.

14. DALES LA POSIBILIDAD DE VER LOS EXÁMENES Y TRABAJOS CORREGIDOS

Una propuesta sería que, una vez corregidos, en la primera clase que tengas se los repartes y durante unos minutos (no más de cinco o diez) dejar que los vean. En ese momento atender dos tipos de situaciones: que te hayas dejado algo sin corregir o que te hayas equivocado al sumar los puntos. Y nada más que eso porque ellos siempre intentan algo más. Cualquier otra circunstancia, "no entiendo cómo está corregido, no estoy de acuerdo con la puntuación, etc" la recomendación sería atenderlo en los recreos o cuando han acabado las clases, de este modo vienen los chavales que realmente tienen interés. Esta es la mecánica. Lo demás es una cuestión de formas y actitud. Ser firmes, pero comprensivos, escucharles y que se sientan escuchados, ser justos, reconocer nuestros errores, si los ha habido, y darles siempre la oportunidad de que se expresen y de que pregunten

15. EXPLÍCALES CLARAMENTE LO QUE SE NECESITA PARA APROBAR

El primer día de clase entrega a los alumnos los criterios de evaluación, donde se indican todos los exámenes que se van a hacer en cada una de las evaluaciones, junto con los criterios de evaluación y calificación, los trabajos que deben realizar, la forma de conseguir positivos, cómo se realiza la media, el redondeo,  qué cosas penalizan (faltas, orden…)… es decir todo lo relativo a la evaluación. También indícales que si es conveniente para el mejor funcionamiento de la asignatura, se pueden modificar esos criterios y si esto ocurre llegar a un acuerdo con los alumnos. Recuérdales todo esto al principio de cada tema.

16. PROCURA SER AMENO EN CLASE

Hacer explicaciones cortas y pasar a la práctica, si esto es posible,  intentar no estar uno mismo hablando más de diez minutos seguidos. En el caso de que sea necesario hablar durante toda la clase, hacer la explicación más deductiva y dejarles participar,  dar ejemplos y hacerles preguntas sobre lo que se va explicando para comprobar que están atentos. Contar anécdotas o curiosidades relacionadas con la materia y mostrarles la utilidad de lo que se explica en la vida real.

Hacer alguna broma de vez en cuando si se les ve aburridos. Todo esto y lo que la intuición nos vaya marcando. Lo importante es estar atentos a ellos y ponerse en su lugar.

17. MOTÍVALES A PARTICIPAR ACTIVAMENTE EN EL DESARROLLO DE LA CLASE

Se trata de invitarles a participar continuamente y de que sientan que su aportación es importante y motiven a sus compañeros. Ejemplos concretos: cuando repasas los conceptos dados en clases anteriores, pedirles que colaboren voluntariamente en las definiciones o explicaciones; si se puede, cada día los alumnos pueden corregir los ejercicios en la pizarra e incentivarles con positivos si lo han hecho bien; si el tema se presta, escuchar sus aportaciones desde lo que ellos saben y desde experiencias que ellos hayan podido tener personalmente o en su familia. En definitiva, se trata de darles un cierto protagonismo para que vean que la clase se construye entre todos.

18. RESPONDE A TODAS LAS DUDAS QUE TE PLANTEEN LOS ALUMNOS

Desde el primer día de clase hacer hincapié en la necesidad de resolver las dudas en clase y que para ello deben preguntar siempre que no entiendan algo. Pensar que cualquier duda, por simple que parezca para el profesor, es una “duda” para el alumno, al que no le resultan tan simples las cosas… Atender con especial interés a aquellos que tienen mayor dificultad de comprensión… (y especialmente pensar cómo te gustaría que contestasen si fuese hijo tuyo… Cambia mucho cuando tienes en casa hijos con diferente ritmo de aprendizaje…). Otro recurso a tener en cuenta es decir ante una pregunta (especialmente si viene de alguien un poco flojo...): ”Mirad qué pregunta más interesante”, o “me viene fenomenal que me hayas preguntado esto porque…” o algo que motive a seguir preguntando.

19. PREOCÚPATE POR SUS PROBLEMAS

Los alumnos son conscientes de sus puntos de mejora. Saber detectarlos y ofrecerles camino de ayuda para mejorar sus puntos débiles hace que se sientan más seguros y mejoren, a la vez que ellos notan que quieres su bien. Y si los problemas vienen de casa o son de fuera, tampoco está de más que te hagas el encontradizo y les hagas saber que estás ahí para lo que puedan necesitar...

20. HAZLES SABER QUE PUEDEN CONTAR CON TU AYUDA TAMBIÉN FUERA DE LAS HORAS DE CLASE

Considero fundamental mantener una relación exigente pero próxima con cada alumno. El problema es lograr ese equilibrio. En ocasiones, por diferentes motivos, se peca en exceso de ser extremadamente distante con ellos (algo contradictorio en un centro salesiano) o de ser extremadamente permisivo dentro y fuera del aula (algo que acaba confundiéndolos al no saber diferenciar dónde están los límites ni cuál es el rol de cada uno). Creo que se debe exigir y cumplir lo que se dice (en caso contrario, mejor callarse). Del mismo modo, si les explicas y razonas en un contexto apropiado (fuera de clase, haciéndoles ver las cosas) tu papel como educador, las repercusiones que tienen sus acciones o el que a ti también te afectan estas cosas acabarán por ver el lado más humano y personal del educador y, posiblemente, sea un punto de partida en la relación que se establezca a partir de ese instante.

Otro factor es estar siempre disponible y hacer sentir a la gente como seres únicos. No se trata de mecanizar la entrevista o encuentro con preguntas enlatadas ni previsibles, con gestos estereotipados puesto que ellos lo notan. Se debería tratar de llegar al corazón, al sentimiento, a “tu yo”. Quizás hoy en día se habla mucho pero se escucha, observa y siente menos. Posiblemente sea un error basar estos momentos en que te busca el alumno en “pequeños interrogatorios” o en especie de oráculos donde el tutor o educador da respuestas. Trato de que sean ellos los que se hagan las preguntas, los que se den las respuestas, los que se pongan en el lugar del otro (para que sientan cómo les afectaría), etc. y creo que esto acaba por hacerles pensar y actuar. También trato de ser lo más coherente y transparente que puedo con mis defectos, limitaciones, errores y pequeños y grandes fracasos personales. La imperfección humaniza y, creo, ayuda bastante a que la gente pueda tener más confianza al verte de otro modo, como una persona normal que, además, les da clase. Para concluir, creo que es fundamental que te guste lo que haces y creo que la mayoría de momentos que se pasa con ellos en recreos o cuando acaban las clases son uno de los instantes que más me realizan en el desempeño de mis funciones.

UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN...